jueves, 22 de septiembre de 2011

El gran legado de Juan Esteban


Se abrió la reunión, como cualquier otra. Tuvimos un motivo especial para hacerla: Juan E. ya no estaba con nosotros.

Un hombre sencillo que se atrevió a pensar y que eligió sus amigos entre aquellos dispuestos a cuestionarse y a ser cuestionados. Un fragmento de su historia estaba allí. Los que nos dimos cita la noche del 26 de agosto, éramos los portadores.

Las palabras de José Darío sobre Juan Esteban evidenciaron la cercanía entre ambos. Una lectura como el prólogo de Principios elementales de filosofía de Georges Politzer, hecha por Jorge y ya conocida por algunos, nos dio una idea de la diversidad de los temas que abarcó nuestro amigo. Su hija, María Cecilia, encontró el libro entre los últimos que su padre escudriñó y nos invitó a leerlo. Isabela, de once años, le expresó su afecto. Sigue recordando a Juan. Se conocieron en la cuarta velada de Gotas de tinta en donde compartieron la afición de ambos por los cristales. En una presentación de Power Point, le agradeció su especialidad con ella.

Luego Gustavo, el de los largos insomnios compartidos, el de los cuarenta y tres años de disertaciones, el compañero secreto y confeso que todos sabíamos pero no veíamos. El amigo que definió su relación con Juan por un hecho: no haberse puesto de acuerdo nunca. Nos habló desde el valor impostado por la necesidad. Desde el respeto por ese otro que nos sirvió de alimento mental. Desde la dicha de vernos y comunicarnos su cariño.

Así, uno a uno dijimos presente. La última voz fue la de Gloria, la voz de una vida contada con diplomacia. El sentimiento de una inteligencia comparable a la de su esposo. La amorosa confesión de lamentar su ausencia. Y la disposición de continuar con el grupo donde Juan se sentía a gusto.

Logramos nuestro cometido, descubrimos a Juan Esteban entre risas, abrazos y lágrimas furtivas. Hablamos como niños después del paseo, contando sus pilatunas. Fue un encuentro cariñoso alrededor de su familia que nos acogió como siempre. Nos separamos con la satisfacción de ser amigos de los amigos de nuestro amigo. Un gran legado.

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