domingo, 27 de mayo de 2012

Gotas poéticas – Quinta tertulia





El pasado 17 de mayo hicimos con Reinaldo Spitaletta un recorrido por la ciudad de Medellín:  Los encantos y desencantos de un pueblo dedicado al trabajo, de rígidos principios religiosos e ideas conservadoras,  de cuyo entorno poético hay mucho por decir. La palabra en la voz de los poetas que cantaron a la naturaleza, a las costumbres, al amor, a la mujer, a la relación con lo externo. Desde comienzos del siglo XIX hasta estos días del interés popular por la poesía, días de los talleres y de los festivales, de un Medellín con cafés y tabernas que  convocan actividades culturales, donde se lee y los asistentes aplauden.

Con cada relato, de cada vivencia, con cada imagen, construyó Reinaldo la polifonía de entornos dentro de una cuidad de cara bonita, que deja atrás la sombra de su espacialidad ignorada, ahora reconocida a nivel mundial, con un Premio Nobel Alternativo y un grupo de poetas jóvenes que hablan desde su interioridad.

Fragmento del texto leído por Reinaldo en la tertulia:


Mujer fatal en tres poses

Por Reinaldo Spitaletta

1.
 Lilith, mujer fatal, hecha de barro y aire; Eva, también fatal, pero menos seductora. Dependía de una costilla. Se tuvo que aliar a la serpiente para ser dueña de la tentación; la tentación, sin embargo, era más fuerte que ella. Se engañó a sí misma y entonces tuvo que dedicarse a ser madre, sin más placeres de la carne que los que sintió y dejó volar en el paraíso perdido. Después, vendrían más mujeres extrañas (irresistibles), como Brunilda, la de los Nibelungos, o la misma reina de Saba, de piel nocturna y deseos irrefrenables, todas procedentes de la amante del Dios creador, preñador, capaz de darles forma de fémina a los deseos que se esconden debajo de las ansiedades. Scheerezada, en cambio, venció la fatalidad; transmutó su destino y fue la reina de la palabra. Ella sabía que la palabra crea la vida, y que la vida tiene también ingredientes de lujuria. Palabra y carne, aventura de muchas noches. Infinitas noches. La palabra como otra manera de la seducción.

Lilith es la madre de todas las tentaciones. La mujer de la serpiente enroscada en sus piernas sigue resucitando en la bruja, capaz de hacer volar las imaginaciones de los solitarios; sigue viviendo en las Magdalenas, consoladoras de guerreros derrotados y de sacerdotes que temen a la castidad perpetua. La insumisa sabía que era dueña del mundo, dotada para desequilibrar al macho cabrío y para atrapar con sus seducciones a aquel que se creía (toda una impostura) el Rey de la Creación. Lilith domeñó al vanidoso, lo encarceló en su telaraña invisible. Lo castigó hundiéndolo en su cuerpo inviolable. Está hecha para hacerle creer al apresado que ella cede a todos los requerimientos y que el otro es el conquistador, cuando no es más que una víctima del instinto. Un esclavo.

Scheerezada, reina de la noche, tenía en su cuerpo la atracción fatal, pero es en la palabra suya en la que radica su atractivo. Schariar, experto en degollar esposas, no resiste la danza de las horas, las letras que comienzan a bailar en la primera y única jornada (según promesa de rey) lo hacen trastabillar, siente vibraciones en la entrepierna y el cerebro; no sabe por qué esa mujer que es bella y culta, la hija del visir, lo obliga a escuchar y no a mover el alfanje. Scheerezada, ¿la del cuello de serpiente?, es más que vientre y sensorialidad: es la salvadora de las mujeres del reino, en las que de seguro habrá herederas de Lilith.

Mujer fatal es Dalila, y Salomé, y aquellas que fueron capaces de tentar a Cristo, aunque no triunfaron en el intento –o eso se cree-, y de otra parte Juana de Arco y su sueño incendiario, y Manuelita Sáenz y su sueño de libertad. Y fatal también es la Libertad de Delacroix, con sus senos atrayentes y muchos hombres tendidos a sus pies. Y si se quiere, con un poco de suspicacia, también lo es la asexuada Dulcinea, idealizada amante del Quijote, que lo “obligó” a serle fiel y a no caer en las tentaciones maravillosas de Altisidora y Maritornes.

Lilith, la tentadora, tiene un castigo: carecer de reposo. Donde haya hombres, ella estará alerta, dispuesta a tirar la inevitable red, no le es posible la abstinencia. Su condición es aspirar siempre a someter mediante las artes del sexo. Siempre –como asunto de eternidad tendrá esclavos. Para eso fue pensada y diseñada. ¿Por quién? Lo que aún se desconoce es si Dios tiene celos de Lilith. Nombrarla es ya hacer parte de su séquito de sirvientes. Esa es su astucia: hacer creer –como el diablo– que no existe, que es solo palabra. Y se ha visto: la palabra es el origen de las cosas.

(Lea el documento completo en la revista Gotas de tinta No. 8 a partir de junio: www.revista.gotasdetinta.org).




1 comentario:

alvaro dijo...

hola, que grato escuchar a reinaldo y su conocimiento. muy bien por ese invitado. un saludo para todos.
Álvaro Múnera Tapias