Marco Antonio Vallejo Ocampo
Durante la última reunión de Gotas poéticas el 21 de
junio pasado, estuvimos conversando con Marco Antonio Vallejo Ocampo. Marco es
un hombre sencillo, orgulloso de su experiencia como maestro. Vino a Gotas poéticas, un espacio propicio para
construir memoria. Afirmó: “La memoria es aquella que logramos hacer colectiva.
Sólo somos lo que recordamos. Nos constituye el olvido y el recuerdo.”
Como normalista superior le quedó la costumbre de tertuliar.
Le encanta y por eso se sintió motivado a compartir con nosotros sus conocimientos
sobre José Asunción Silva. Se acomodó en el sofá amarillo y después del saludo
protocolario de Georges, nos dijo: “No sé a qué vine y me gustaría que ustedes
tampoco lo sepan.”
Fue una invitación a liberarnos, a dejarnos llevar por el deseo de hurgar en sus palabras o por la provocación del enigma. Se trató del reencuentro con el poeta visto a través de su laborioso trabajo de investigación en estrecha relación con una parte de su obra, quizás, la menos conocida.
Nos expresó su deseo de darnos la lección sobre ese escritor, que a juicio de Juan José Tablada, no tiene biografía sino leyenda. Un hombre de alta prosapia y profunda ironía dentro de un medio hostil. Un comerciante visto con malos ojos por su abuela y por su madre, a quien se le atribuye la dureza del comentario frente a su muerte: “Miren lo que nos hizo este soquete cobarde.” Un difunto rechazado por la Iglesia católica y enterrado en un muladar durante 62 años.
Diez y siete poemas con ganas de hacer ironía, de poner en evidencia su espíritu crítico. Gotas amargas, en la búsqueda de una propuesta diferente, y en el encuentro e identificación con Nietzche y Shopenhauer. Un poeta moderno con escasos treinta años para expresarse y con buena parte de su obra perdida.
Más detalles sobre la tertulia aparecerán en la revista de Gotas de tinta No. 9.
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