Héctor Abad Faciolince
La última tertulia de este año, programada por Gotas poéticas, nos dio la satisfacción que esperábamos. Era nuestra intención con Héctor Abad Faciolince devolvernos a los temas ya comentados en otros espacios para ahondar, para degustar lo conocido y de buen sabor, pero nuestro invitado conoce la importancia de no repetir el plato, de adobar la pregunta con la respuesta o rechazar el exceso de picante. Un hombre que domina varios géneros literarios y a quien no le preocupa si son inciertos; con un tema para cada uno de sus libros, relacionado con las vivencias del momento y el deseo de divertirse con la palabra. Un escritor con la seguridad de haber escrito una novela para ganar un premio y sacarse de encima los calificativos. Una autenticidad que motiva a los jóvenes, a los mayores y a los jurados. Tal vez porque él no está en la búsqueda de superar las metas de otros sino las propias. Un ser humano que aboga por el valor de la vida, después de enfrentar su tragedia personal en el silencio de varios años de reflexión, con un libro leído en varios idiomas, solicitado en otros países y reconocido el 28 de noviembre con el "Premio Literario de Derechos Humanos" 2012 que concede la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por su sigla en inglés) y la Universidad de Duke. Una personalidad libertaria, de mirada bifocal, hacia la derecha y hacia la izquierda, sin que ninguna de las dos lo apadrinen. Como joven, fue el muchacho inquieto de padre librepensador, respetuoso de las creencias religiosas, que en los momentos de tensión se apropia de la poesía de León de Greiff, hasta lograr el mismo tono de la oración. Tono que le permitió relajarse para hacer algunos viajes cuando le daba temor volar. “Ahora ya no me importa morirme y también se me acabó el miedo al avión”, nos contó.
Un periodista satisfecho que le
saca gusto a lo que hace. “El oficio de periodista me dio herramientas para
comunicarme mejor en la literatura. El periodismo me recuerda la humildad del
oficio, le quita al escritor esa pompa, esa cosa tan molesta de que a uno le
digan maestro. El periodismo es la capacidad de decir las cosas en pocas
palabras y con claridad. Es el ejercicio que más enseñanzas me ha dado para
escribir ficción e incluso para escribir poesía. Es un contacto más directo con
los lectores y un esfuerzo de brevedad y de claridad. Sigue siendo el
periodismo la fuente de mis ingresos. Ahora que hago radio me siento al pie de
un micrófono sin un montón de caras que me miren. Me siento solo como cuando
escribo.”
Pero toda profesión u oficio
tiene su lado oscuro. Héctor nos contó el suyo. Lo vimos entrar con un libro de
Pessoa en la mano, lo escuchamos leer un poema y pasando la mano por el texto,
concluyó con franqueza su respuesta a la pregunta de Jairo: “En la radio pierdo
mucho tiempo oyendo las barbaridades que dicen los políticos, perder el tiempo
rebatiendo idioteces es muy duro. Eso no me da campo para leer a Pessoa.”
Queríamos
conocer sus preferencias entre los escritores colombianos. Para este momento de
la conversación era clara su inclinación por León de Greiff. Empezó por
recordarnos a Carlos Castro Saavedra, un gran amigo de su padre. “El primer
contacto que tuve con la literatura fue cuando oía a mi papá recitar. Ese
primer contacto fue muy local, porque la mayoría de los poetas son locales. Leí
mucho a los del boom latinoamericano,
no tanto a Carrasquilla o a Efe Gómez que no fueron tan importantes para mí.” Ratificó:
“El poeta que más me gusta es León de Greiff.”
El escritor del momento, de mente abierta, dispuesto al cambio, innovador y seguro de
lo que hace, estuvo frente a un auditorio atento y receptivo que se desbordó en
preguntas. Quedaron sonando sus últimas palabras, palabras de quien conoce el pasado y está satisfecho con el momento que le tocó vivir. “Cada
vez el oficio de escritor se parece
menos al de los escritores del siglo XIX, que se alejaban del mundo, se
encerraban. Yo a veces también me encierro en mi finca, como un escritor del
siglo XIX. Pero ya no es así, aunque quisiera no puedo ser un escritor de ese
siglo. Ahora hay internet, está Twitter, y escribo una novela en Twitter.
Quiero conocer el mundo de los hijos, cómo se comunican ellos. El mundo contemporáneo
también me fascina y me hechiza. Este es el mundo que me tocó vivir. No tengo
por qué ser un escritor del siglo XIX.”
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